La Segunda República: de la fiesta popular al golpe de Estado
Por: Julián Casanova | 14 de abril de 2014
“Las
elecciones celebradas el domingo me revelan claramente que no tengo hoy
el amor de mi pueblo”, dejó escrito el rey Alfonso XIII en la nota con
la que se despedía de los españoles, antes de abandonar el Palacio Real
la noche del martes 14 de abril de 1931. Cuando llegó a París, comienzo
de su exilio, Alfonso XIII declaró que la República era
“una tormenta que pasará rápidamente”. Tardó en pasar más de lo que él
pensaba, o deseaba. Más de cinco años duró esa República en paz, antes
de que una sublevación militar y una guerra la destruyeran por las
armas.
La República llegó con celebraciones populares en la calle, mucha
retórica y un ambiente festivo donde se combinaban esperanzas
revolucionarias con deseos de reforma. La multitud se echó a la calle
cantando el Himno de Riego y La Marsellesa. Allí había obreros,
estudiantes, profesionales. La clase media “se lanzaba hacia la
República” ante la “desorientación de los elementos conservadores”,
escribió unos años después José María Gil Robles. Y la escena se repitió
en todas las grandes y pequeñas ciudades, como puede comprobarse en la
prensa, en las fotografías de la época, en los numerosos testimonios de
contemporáneos que quisieron dejar constancia de aquel gran cambio que
parecía tener algo de magia, llegando de forma pacífica, sin sangre.
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